POR JORGE CUEVAS (HIJO)
Una de las más altas funciones del periodismo es la fiscalización ética y política de los poderes públicos. En su dimensión social, es un servicio que se presta a la comunidad, siempre con la obligación de informarla y acercarla a la verdad. Por ello ha cobrado importancia el periodismo local: está más cerca de la gente y lo que sucede en la comunidad es lo que ésta espera ver reflejado en los medios de comunicación.
Antes que negocio privado, el periodismo es servicio social. Pero a medida que se concibió como fuente de poder y negocio, empezó a marchar al lado de las perversiones del poder. El periodismo chantaje se enquistó en las costumbres de las provincias y siguió sirviéndole a la política y a los políticos que le garantizan su supervivencia, más como instrumento de propaganda que de información.
La estrategia es sencilla y por lo sencilla no menos sucia: condiciona el elogio o la crítica a la pauta publicitaria que ofrezcan y paguen las partes interesadas para que ese “periodismo” haga su miserable labor de compraventa. Este “periodismo” opera sin control ético y legal. Y como es más fácil hablar que escribir, o más eficaz hablar mal que escribir bien, es más frecuente encontrar el periodismo mercenario en la radio que en los medios escritos.
A la sombra de una profesión envilecida por el negocio personal y el parasitismo político, en todo el país se han creado verdaderos “grupos de presión” cuyos instrumentos tienen a menudo métodos gansteriles: el que no paga, se friega. Mejor dicho, al que no pauta, se le cae encima.
Esta manera de proceder se parece mucho a la vigilancia que ejercen las bandas delincuenciales sobre los negocios privados: la única garantía de seguridad la da el pago puntual de la cuota de protección. El chantaje, que es armado entre las bandas, se vuelve “informativo” en esta clase de “periodismo.”
El negocio florece gracias a la complacencia de gobiernos locales y regionales y gracias también a la oposición de quienes no están en el gobierno. Si el gobierno no pauta, pauta la oposición. El contenido de la información está determinado por esta sencilla operación: te defiendo si me pautas, te ataco si me pagan tus enemigos.
No es raro entonces que muchos políticos tengan a sus “periodistas” de cabecera y que éstos hagan el trabajo sucio de desinformar y destruir honras de sus “enemigos”. La función social del periodismo pasa a ser función antisocial de desinformar, calumniar y hacer bulla propagandística.
No es raro que algunos gobiernos tengan en sus nóminas a esta clase de “informadores.” Todo el mundo lo sabe. Cuando la administración pública corta el chorro de las contrataciones, desde el “periodismo chantaje” se abren las compuertas de una oposición hecha a base de terrorismo psicológico, chabacanería crítica y chismografía disfrazada de noticia.
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